Con un pitido ensordecedor me
despierto agitado, de un salto me levanto del banco donde yacía yo acostado y
me siento, no sé cuántas horas habrán pasado, realmente, no recuerdo tan
siquiera como he llegado a este lugar, giro mi cabeza buscando orientarme,
sorprendido veo un roedor que se posa en frente de mí, voltea su diminuta
cabeza hacia donde me encontraba, y continuo andando, lo sigo con mi mirada, y
al llegar a un agujero en una de los muros de ladrillo, levanto la mirada y
observo el reloj que marcan las 11:15 am, a su lado un cartel de latón con
letras escarlatas, que deletreaban TERMINI. La memoria vuelve a mi repentinamente, Roma, pronuncio con mis
labios para mis adentros. Comienzo a inspeccionar mis pertenencias, y me doy
cuenta que en el bolsillo derecho de la chaqueta que me cubría se encuentra un
pasaje, escrito en el, Berlin 11:30 am 25/10/2008. Entiendo ahora que estoy a
punto de embarcar en aquel tren que con su silbato me ha despertado de un sueño
casi mortuorio.
Pienso
en Roma, como si siglos hubiesen pasado desde que camine sus calles empedradas,
que los olores en su aire colmaban mi olfato, y que habría sido posible contar
las veces que mis ojos parpadeaban, ya que su belleza me mantenía atónito y
atento a cada detalle. Ahora recuerdo a Roma como si por el aire la hubiese
recorrido, veo cada esquina, cada estructura, cada piedra, como si fuera el mismo
Dios quien la observase. La recorro una y otra vez, siento que conozco cada
rincón de la ciudad, que para mí es una máquina del tiempo.
Otro
pitido aún más fuerte que el anterior vuelve a resonar en el andén, haciendo
retumbar el banco donde sigo sentado, vuelvo hacia el reloj 11:25 am, el
maquinista anunciaba que el tren se disponía a partir en breve, recojo el resto
de mis pertenencias que aún permanecían en el suelo, y comienzo la corta
caminata hacia el tercer vagón. Antes de ingresar, un gran hombre de alrededor
de 1,90m, me dirige la palabra, posiblemente debido a mi baja estatura lo
percibí así, era un hombre alto y
delgado, con dedos largos y algo huesudos, una voz tan grave que dificultaba mi
entendimiento, debería de ser locutor pensé. Boleto, por favor, fueron las
palabras que logre entender cuando abrió su boca, formando luego una sonrisa un
poco disimulada. Le extendí mi mano con el boleto entre los dedos, y también
sonreí, con una mirada rápida asintió con la cabeza y con su largo brazo me indico
hacia donde seguir, “Grazie”, le dije, recordando una de las pocas palabras de
italiano que conozco, a lo que respondió “Prego” y sonrió nuevamente
Me
ubique en el puesto que se me había asignado, eran hileras de 3 puestos, yo me
encontraba junto a una de las grandes ventanas que rodeaban el vagón, esperando
el momento en el que el tren saliera de la estación, vuelvo a ver hacia el
reloj11:29 am, a solo 1 minuto de emprender un viaje hacia un nuevo destino,
del cual no conocía absolutamente nada, solo lo que mi imaginación creaba según
las historias que había escuchado en algún momento. El tren comenzó a moverse
mientras sonaba nuevamente su pitido anunciando su salida. Un azulejo se posó
sobre el cartel que indicaba el número de andén, fijando su mirada en mí y
siguiéndome con ella mientras me movía dentro del vagón, justo cuando lo pierdo
de vista, diviso una pequeña figura acercándose velozmente hacia el ventanal,
pasando rasante junto a esta, era aquel azulejo como si acompañarme en mi viaje
quisiera.
Autoría: José Jimenez.
Compañero de viajes intelectuales.
Gracias por tu trabajo.
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